Los residuos serán las materias primas del futuro.
El aluminio de una lata de bebida, el acero de un coche, el cobre de los cables eléctricos, son metales que nuestra economía necesita para funcionar. Pero más allá del petróleo o del gas, no nos hemos parado a pensar cuántos minerales nos quedan, a qué velocidad los consumimos o si los vamos a poder sustituir cuando sean cada vez más caros.
Una mina acaba agotándose, o cada vez es menos rentable porque a medida que se extrae mineral su concentración disminuye. Eso implica mover muchas más rocas, utilizar mucha más agua y consumir mucha más energía.
Cuando reciclamos aluminio, ahorramos un 95% de energía respecto a la extracción, un 85% si hablamos de cobre y casi un 75% en el caso del hierro. El reciclaje es la solución para acabar con esa dinámica de “usar y tirar” en la que se basa nuestra economía. Las chatarrerías del siglo XXI son auténticas minas urbanas donde ecología y economía se dan la mano.
En las plantas de recuperación y reciclaje de Adalmo se tratan estos metales y se mandan a fundición. Así dejan de ser lo que fueron para adoptar otras muchas formas y tener otras muchas vidas.
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