Las sociedades humanas siempre han producido residuos, pero es ahora, en la sociedad de consumo, cuando el volumen de las basuras ha crecido de forma desorbitada. Además se ha incrementado su toxicidad hasta convertirse en un gravísimo problema.
Al tiempo, las reservas naturales de materias primas y las fuentes energéticas disminuyen mientras los costes de su extracción aumentan y son motivos de graves impactos ambientales y desequilibrios sociales. Estamos inmersos en la cultura del usar y tirar, y en la basura de cada día están los recursos que dentro de poco echaremos en falta.
Cada ciudadano genera por término medio 1 kg. de basura al día (365 kg. por persona al año). Estas basuras domésticas (llamadas Residuos Sólidos Urbanos, RSU) van a parar a vertederos e incineradoras. Buena parte de estos RSU, el 60% del volumen y 33% del peso de la bolsa de basura, lo constituyen envases y embalajes, en su mayoría de un sólo uso, normalmente fabricados a partir de materias primas no renovables, o que aun siendo renovables se están explotando a un ritmo superior al de su regeneración (por ejemplo, la madera para la fabricación de celulosa), y difícilmente reciclables una vez utilizados.
En casa también se producen residuos derivados de pinturas, disolventes, insecticidas, productos de limpieza, etc., considerados peligrosos porque suponen un riesgo importante para la salud o el medio ambiente, pese a que sólo representan un pequeño porcentaje de los RSU.
Sin embargo, este es un gran problema con fáciles soluciones, que depende en gran medida de la actitud de los consumidores. Es importante poner en práctica la consigna de las Cinco Erres: Reemplazar, Reducir, Reutilizar, Reciclar, Recuperar/Reparar, en este orden de importancia. De todas formas, el consumidor responsable debería pensar, en primer lugar, si realmente necesita el producto. Después, elegir los que no contribuyan a crear residuos inútiles; por ejemplo, evitar comprar productos descartables y preferir productos reciclables/reciclados.